1 de marzo de 2010

Joshua


Joshua:

Inconcebible es la idea de tenerte sin sufrir de una enfermedad mental, increíble el hecho de volver a verte,  gusto enorme y una gran confusión me invadieron al encontrarte así, sentado al frente de mi escritorio como solía hacerlo yo a los 14 años. Así, con la misma mirada y ese azul en los ojos que sólo veo cuando apareces frente a mi.

Jamás había escuchado que alguien como tu regrese a la vida de su amigo después de 20 años. Aunque tampoco he sabido de alguien que te encuentre como yo. El mundo entero me mandaría al psicólogo y el psicólogo declararía completo estado de esquizofrenia.

Es bueno saber que estás aquí, de vuelta a regañarme, acompañarme, aconcejarme aunque desaparezcas a cada rato y me asustes cuando reapareces sin previo aviso.

Sabes? a pocos les hablo de ti pues nadie entiende. Cuando se lo conté a ella, creyó que eras una broma y a él, él debe pensar que no hablo en serio y que contarle de ti es una forma de decirle lo que pienso realmente. Tal vez tuviera un poco de razón, pero la realidad es que te veo. No eres un fantasma, los fantasmas no crecen con los años, a decir verdad no sé si los amigos imaginarios lo hagan, pero mientras tanto me da gusto ver que seas el tipo que eres ahora.

Aunque tengo un par de cosas que pedirte, por favor, si vas a susurrarme cosas al oído para que nadie más escuche, no me ocasiones escalofríos y si aparecerás sin previo aviso procura que no sea de noche, sabes que me asusta, sí, aún soy asustadiza como a los 4 años cuando tu llegabas a salvarme. 

Es extraño lo que me cuentas, que siempre has sido tu el que me salva de mis pesadillas o por lo menos lo lograbas de algunas, porque por alguna razòn en muchas de esas noches de sudor frío en la espalda, temblores y miedos no estabas ahí; pero ahora basta con decir tu nombre para que aparezca tu silueta vigilante a un lado de mi cama y así espantes al maldito ente de los malos sueños.

Lo cierto es que no sé si terminaré entre más paredes blancas, alejada de todos, incluso de él, pero si llega a ser así, promete que me ayudarás a salir, a volver con él y contigo a casa.

Te quiere

Eritia


P.D. Perdón si no vuelvo a escribirte misivas como esta, es sólo que no me tengo permitido mencionarte mas o de verdad perderé lo poco que he recobrado de cordura.

Tomado del libro:
Diario de una loca.
Página: imaginaria.

Autora: Eritia Istar K-rol

Recuerdo, pesadilla...

Te vi bajar, estabas con los ojos carmesí y apenas podías sostenerte oscilando sobre tu eje, haciendo ese singular equilibrio que hacen aquellos que como tu desprenden alcohol por los poros, saben a alcohol bajo el sol y huelen a problemas.

De inmediato levanté la alerta roja. Me juré que manejaría esto lo mejor posible, no por madurez o porque quisiera que estuviéramos bien, sino por miedo, ese sentimiento que suele hacerme reaccionar con la mayor cautela, por el recuerdo, casi pesadilla, que vuelve a mi cabeza de ese trauma infantil que creí olvidado pero que contigo renace.

Tomamos un auto para que, según tu, me escoltes a casa. Durante el camino cuestionas cosas sin sentido a las que yo asiento dándote la respuesta que deseas y te voy sobrellevando sin enojos. Declaro el primer triunfo de una batalla en una guerra que va comenzando, pero es ya un avance haber llegado a casa. Te pido que desvíes tus pasos a tu hogar pero afirmas que quieres seguir conmigo, con movimientos pensados y repensados te abro las puertas y te dejo entrar y parece que estuviera viendo el fantasma de mi padre, aquel ente que pasaba de ser el guardián protector al mounstruo aterrador. Me vi como mi madre, e incluso recordé sus actitudes y astutos comportamientos para que todo fuera lo mejor posible, y en ese momento descubrí que yo ahora como ella en aquel entonces, sabía que esto terminaría mal.

Subimos las escaleras, bajé mis maletas, junto con lo que había traído conmigo de infancia, buscando de alguna forma la protección. Hiciste que me sentara a tu lado en la cama y nos recostamos, por un momento creí que todo estaría bien, que te quedarías dormido y despertarías con la nueva actitud, pero no fue así. Comenzaste a discutir nuevamente con cosas sin sentido, pero esta vez una mala respuesta daría inicia a una nueva batalla en la que quedaría determinada la guerra, no habría tregua.

Comenzaste a levantar la voz, reclamando cosas que yo no entendía, me diste miedo, me alejé, en tu inconciencia tuviste lucides para darte cuenta de lo que me pasaba, intentaste consolarme con un método extraño, echándome la culpa de sabe Dios cuántas cosas, pero en especial, culpándome por tu enojo. Aún sabiendo que no había culpa en mi acepté ante tus ojos lo que decías y pedí perdón, te pareció falso y comenzaste a hacer el alboroto. 

Tal vez sin darte cuenta me empujaste y bajaste enfurecido pidiendo que abriera las puertas para que te fueras, por un momento creí que podría rescatarte, rescatarnos. Intenté hacerte cerrar la boca con un beso que me supo a vino amargo, a vinagre; desquiciada de mi iba a apartarte pero tu lo hiciste antes, con ferocidad me tomaste de las manos y con toda la urgencia de tu desesperada rabia me llevaste contra la pared, me tomaste por el cuello y ordenaste no intentara eso de nuevo...

Me rompí y reconstruí en segundos, me dí cuenta de que la historia no se repetiría, que yo me desharía de los esquemas y que tu no volverías a estar en mi vida. Te abrí las puertas y así saliste de mi casa, de mi corazón y de mis entrañas. Te corrí riéndome de ti y de mi. siendo feliz porque no pasaría lo mismo que mi madre.

Al otro día llegaste con la cola entre las patas alegando no recordar nada, preguntáste qué había pasado que me tenía así, indiferente a ti, fría y fuerte. "Hiciste algo que jamás debiste" te dije. "Lo siento, no recuerdo nada" fue tu frase respaldada por un ramo de flores que vi con desdén igual que a ti que se te notaba nuevamente el coraje escondido detrás de los ojos de expresión triste "con que lo recuerde yo basta" te dije temblorosa, sabiendo que no debía temerte y sin embargo lo hacía. "No puedes culparme por algo que no recuerdo" dijo serio, amenazante "no puedes obligarme a hacer lo que tu digas" me di la vuelta, escuchando sus rodillas estrellarse contra el piso, observándolo en el reflejo de los cristales de una puerta "vuelve, o en tu conciencia caerá mi muerte" replicó desesperado "el mundo me lo agradecerá" fueron las últimas palabras de una débil a un cobarde...

Y como siempre despierto empapada en lágrimas apenas pudiendo respirar deseando que esa pesadilla no vuelva ni en sueños...