1 de marzo de 2010

Recuerdo, pesadilla...

Te vi bajar, estabas con los ojos carmesí y apenas podías sostenerte oscilando sobre tu eje, haciendo ese singular equilibrio que hacen aquellos que como tu desprenden alcohol por los poros, saben a alcohol bajo el sol y huelen a problemas.

De inmediato levanté la alerta roja. Me juré que manejaría esto lo mejor posible, no por madurez o porque quisiera que estuviéramos bien, sino por miedo, ese sentimiento que suele hacerme reaccionar con la mayor cautela, por el recuerdo, casi pesadilla, que vuelve a mi cabeza de ese trauma infantil que creí olvidado pero que contigo renace.

Tomamos un auto para que, según tu, me escoltes a casa. Durante el camino cuestionas cosas sin sentido a las que yo asiento dándote la respuesta que deseas y te voy sobrellevando sin enojos. Declaro el primer triunfo de una batalla en una guerra que va comenzando, pero es ya un avance haber llegado a casa. Te pido que desvíes tus pasos a tu hogar pero afirmas que quieres seguir conmigo, con movimientos pensados y repensados te abro las puertas y te dejo entrar y parece que estuviera viendo el fantasma de mi padre, aquel ente que pasaba de ser el guardián protector al mounstruo aterrador. Me vi como mi madre, e incluso recordé sus actitudes y astutos comportamientos para que todo fuera lo mejor posible, y en ese momento descubrí que yo ahora como ella en aquel entonces, sabía que esto terminaría mal.

Subimos las escaleras, bajé mis maletas, junto con lo que había traído conmigo de infancia, buscando de alguna forma la protección. Hiciste que me sentara a tu lado en la cama y nos recostamos, por un momento creí que todo estaría bien, que te quedarías dormido y despertarías con la nueva actitud, pero no fue así. Comenzaste a discutir nuevamente con cosas sin sentido, pero esta vez una mala respuesta daría inicia a una nueva batalla en la que quedaría determinada la guerra, no habría tregua.

Comenzaste a levantar la voz, reclamando cosas que yo no entendía, me diste miedo, me alejé, en tu inconciencia tuviste lucides para darte cuenta de lo que me pasaba, intentaste consolarme con un método extraño, echándome la culpa de sabe Dios cuántas cosas, pero en especial, culpándome por tu enojo. Aún sabiendo que no había culpa en mi acepté ante tus ojos lo que decías y pedí perdón, te pareció falso y comenzaste a hacer el alboroto. 

Tal vez sin darte cuenta me empujaste y bajaste enfurecido pidiendo que abriera las puertas para que te fueras, por un momento creí que podría rescatarte, rescatarnos. Intenté hacerte cerrar la boca con un beso que me supo a vino amargo, a vinagre; desquiciada de mi iba a apartarte pero tu lo hiciste antes, con ferocidad me tomaste de las manos y con toda la urgencia de tu desesperada rabia me llevaste contra la pared, me tomaste por el cuello y ordenaste no intentara eso de nuevo...

Me rompí y reconstruí en segundos, me dí cuenta de que la historia no se repetiría, que yo me desharía de los esquemas y que tu no volverías a estar en mi vida. Te abrí las puertas y así saliste de mi casa, de mi corazón y de mis entrañas. Te corrí riéndome de ti y de mi. siendo feliz porque no pasaría lo mismo que mi madre.

Al otro día llegaste con la cola entre las patas alegando no recordar nada, preguntáste qué había pasado que me tenía así, indiferente a ti, fría y fuerte. "Hiciste algo que jamás debiste" te dije. "Lo siento, no recuerdo nada" fue tu frase respaldada por un ramo de flores que vi con desdén igual que a ti que se te notaba nuevamente el coraje escondido detrás de los ojos de expresión triste "con que lo recuerde yo basta" te dije temblorosa, sabiendo que no debía temerte y sin embargo lo hacía. "No puedes culparme por algo que no recuerdo" dijo serio, amenazante "no puedes obligarme a hacer lo que tu digas" me di la vuelta, escuchando sus rodillas estrellarse contra el piso, observándolo en el reflejo de los cristales de una puerta "vuelve, o en tu conciencia caerá mi muerte" replicó desesperado "el mundo me lo agradecerá" fueron las últimas palabras de una débil a un cobarde...

Y como siempre despierto empapada en lágrimas apenas pudiendo respirar deseando que esa pesadilla no vuelva ni en sueños...

1 comentario:

  1. La pregunta que me haría después de inmiscuirme en su profunda pesadilla es:
    ¿Tan solo es una pesadilla o son recuerdos?


    Muy buena entrada :)

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